A lo largo de la historia, el Espíritu Santo ha guiado a las personas en sus viajes de fe. El Antiguo y el Nuevo Testamento nos dan abundantes ejemplos del poder del Espíritu Santo.
Miles de años antes del nacimiento de Cristo, Dios sacó a Moisés ya los israelitas de su cautiverio en Egipto. Una de las formas visibles en que Él se mantuvo conectado con ellos fue a través del Arca de la Alianza. El Espíritu Santo inspiró a la gente a construir un recipiente perfecto para mantener la gloria y el Espíritu de Dios en la tierra.
Siempre teniendo el Arca al frente de su procesión, viajaron bajo la protección de Dios. El Arca partió el río Jordán para permitir un cruce seguro hacia su nueva tierra. Con la guía y el poder del Espíritu Santo, los israelitas avanzaron hacia la Tierra Prometida para establecerse. El poder del Arca les permitió defender su nueva civilización durante generaciones.
El poder y la prosperidad que el Arca les dio a los israelitas inspiró temor en sus vecinos, así como los celos feroces. Un pueblo rival buscó el poder del Espíritu Santo por sí mismo y capturó el Arca, pero el Espíritu golpeó a cada ciudad que el Arca visitó con plagas. Pronto las ciudades se negaron a albergar el Arca, y fue devuelta a los israelitas.
El Espíritu Santo también proporcionó sabiduría para los profetas de Dios, incluyendo a Samuel, Elías e Isaías. Estaban llenos de la sabiduría y la comprensión del Espíritu Santo, permitiéndoles conocer la verdad de Dios y luego hablar con autoridad a la gente. A menudo, estos profetas fueron ridiculizados y amenazados por sus profecías, pero el poder del Espíritu Santo les dio valor y fortaleza para continuar su trabajo por Dios.
Como Isaías nos enseña, el Espíritu Santo trae bendiciones de sabiduría, entendimiento, consejo, poder y conocimiento. El legado de apoyo del Espíritu para los hijos de Dios es un recordatorio de la fuente de orientación que Él puede ser para nosotros.