Nuestra fe nos llama a reflexionar y renovar nuestros compromisos con Dios. Este proceso de conversión continua afirma la fortaleza de nuestra fe, ya que también nos desafía a seguir creciendo en la fe.
Somos muy conscientes de que nuestra vida diaria a menudo está llena de muchas bendiciones. Nuestras vidas espirituales también están llenas de bendiciones, incluida la promesa que Dios nos hace para la vida eterna con Él, la promesa que le hacemos a Dios para vivir como Él nos pide, y la promesa de esperanza que recibimos a través de nuestra devoción a San Judas. Cada promesa requiere trabajo para mantenerse fiel a ella, incluso cuando nuestras vidas requieren flexibilidad y apertura. En nuestra vida espiritual, ese trabajo consiste en parte en humillarnos para mantener el camino de Cristo en la manera en que abordamos nuestros desafíos y nuestros dones.
Uno de los dones de Dios es nuestro libre albedrío, que nos brinda una profunda libertad y una profunda responsabilidad. Tenemos opciones que tomar todos los días sobre cuándo y cómo nuestra fe guiará nuestras decisiones. Nuestra esperanza es que sigamos siendo fuertes en nuestra fe, de modo que nuestros compromisos con Dios nunca estén lejos de nuestros pensamientos y acciones.
Cuanto más nos basamos en nuestra fe en Dios a medida que tomamos decisiones que toman en cuenta lo que Él nos pide, más sentimos y, a su vez, conocemos, la realidad de Su presencia. Cuando sabemos que Dios es parte de nosotros, podemos comprender mejor su gracia y lo que eso significa para nuestras vidas cotidianas, así como a nivel espiritual.
