La compasión de Dios siempre está ahí para ti.

Sabemos que Dios es "un Dios compasivo y amable, lento para la ira, que abunda en amor y fidelidad" (Salmo 86:15). Nos consuela mucho recordar y saber que la compasión de Dios, como todos los dones de Dios, está ahí para nosotros sin fin. Cuando Dios nos muestra compasión en nuestros sufrimientos y alegrías, Él construye dentro de nosotros el deseo de compartir esa misma luz de bondad con los demás en nuestras vidas.

El trabajo espiritual de la compasión se basa en el impulso continuo que cultivamos como cristianos para conectarnos con los demás en sus sufrimientos y alegrías. La compasión, que fundamentalmente significa "sufrir juntos", nos ayuda a sentir lo que otros sienten. Nuestra fe en Cristo nos obliga a acercarnos a ellos, a sacrificar algo de nosotros mismos para ayudar a aliviar su sufrimiento en nuestras propias formas especiales.

A lo largo de la Biblia, el mensaje de compasión es fuerte y consistente, especialmente en los Evangelios donde Jesús y sus apóstoles luchan y superan la tensión de las dificultades. . . juntos. Cuando Jesús mismo se retiró de la gente en bote para encontrar la soledad, lo siguieron. Podría haberlos enviado lejos, o seguir adelante, diciendo que necesitaba descansar. En cambio, "cuando Jesús aterrizó y vio una gran multitud reunida, tuvo compasión de ellos y curó a sus enfermos" (Mateo 14: 13-14). Jesús muestra bondad a los demás sin falta, y su compasión va un paso más allá de la bondad solo, al colocar sus necesidades por encima de las suyas.

La idea de quitarle el dolor a otro puede ser un poco abrumadora; parece que hacer algo tan poderoso, tan grande, también requeriría un esfuerzo sustancial o un gran gesto. Pero expresamos compasión con mayor frecuencia en formas simples pero sacrificadas. Cuando alguien que nos importa se siente escuchado, o se consuela al saber que no está solo, o se le hace sentir que su dolor es importante para otra persona (usted): hay compasión en acción, simple pero poderosa. La capacidad de expresar compasión surge de la sabiduría, la observación, el buen juicio y un profundo deseo de tratar de compartir con los demás la unión que Dios ha compartido tan generosamente con nosotros.

La verdadera compasión cambia la forma en que vivimos, al inspirarnos a centrarnos en los demás para abrir nuestros corazones para compartir la dificultad de los demás. Asumir el dolor de los demás puede ser una carga, mucho tiempo y una prueba de nuestra paciencia; en otras palabras, la compasión puede estar lejos de ser fácil, incluso si su expresión es en acciones simples. Nuestra fe nos pide que aumentemos nuestra compasión con esfuerzos activos y diarios que finalmente nos ayudan a construir conexiones más profundas e incluso más significativas con los demás, lo que a su vez inspira oración, buenas obras y amor.